jueves, 6 de mayo de 2010
Un día Maravilloso
Iniciamos el día con la visita obligada al Museo del Louvre, la primera palabra es Wow cuando desemboca uno en la plaza principal de acceso al museo. La Magnificencia y su arquitectura es una impresión que creo me acompañará el resto de mi vida y es el mejor recuerdo que tengo de esta visita. El ingreso es fácil y ya adentro empezamos por visitar la sala de pinturas empezando por los frescos de Boticelli, cientos de pinturas del renacimiento (creo) casi todas religiosas; no ve uno la hora de llegar a la sala de la Monalisa y oh decepción, decenas de personas delante de uno, una valla a mas de 8 metros de distancia, flashes, tumulto, la vedette del museo es inalcanzable y pasamos por su lado con una mirada de soslayo y la impresión de quedar con una cita pendiente.
Para disfrutar este museo como se debe es necesario varios días y leer mucho sobre su interior, obras, artistas, comentarios, de otra forma es pasar por delante de pinturas y esculturas que pueden parecerte muy parecidas. Dos impresiones adicionales y vánales pero me muerdo la lengua por hacerlo: Ya en la antigüedad los hombres se afeitaban su zona púbica (algunas estatuas así aparecen) y todos lo tenían chiquito. Gran descanso.
A eso de las seis de la tarde tomamos un crucero por el rio Sena, maravilloso, romántico, fotos, música, un regalo a los sentidos. Después fuimos a cenar a la Torre Eiffel en compañía de 2 parejas más, una del Canadá y otros australianos con los cuales compartimos la mejor cena que he tenido en mi vida: Una bienvenida con copa de Champaña la cual tuve el atrevimiento de probar, a Luz Beatriz le sirvieron una botella de Sauvignon Blanc la cual se tomó casi toda en menos de hora y media que duró esta cena, de entrada comimos los dos paté de foie grass, de plato fuerte ella un bacalao y yo una suprema de pollo exquisita con verduras salteadas y de postre algo innombrable pero delicioso. El ambiente, la vista, el saberse cenando en uno de los iconos del mundo produce sensaciones y placeres de nunca olvidar.
Esta noche finaliza asistiendo al espectáculo del Moulin Rouge, media hora de una fila interminable en medio de un frio inmisericorde, deseando un café a toda costa. El Moulin Rouge tiene silletería de bar barato en Guayaquil, escenario semicircular en mesas de a tres parejas con botella de champagne para 6 personas ( de a copita) y un espectáculo musical bonito, con vestuarios y escenografía bonitas y más de 30 tetas maravillosas, en cuerpos maravillosos. Lástima que la cámara de fotografía queda confiscada a la entrada, tocó vivir con el recuerdo de haber visto tantas maravillas juntas. Al final es tanto el cansancio de los días tan largos que no queremos más que ir a dormir y descansar aunque antes de hacerlo me prometí caminar las riveras del Sena, los campos elíseos. Hoy digo, Oh Lalá, me enamora Paris.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario