Remediando el tema de la capilla Sixtina, procedimos ese último día en Roma a visitarla y al museo vaticano y nos pegamos a una visita guiada por aquello de evitarnos una fila de 2 horas. Es interesante estas visitas con esas personas, le dan a uno datos muy interesantes aunque no sirvan para nada. El ingreso al museo vaticano fue fácil, rápido y desembocamos a una de las muchas salas llenas de estatuas, bustos, capiteles y demás saqueos. Esto parece una cueva de Ali babá, como dicen en Antioquia, pregunten por lo que no vea que con seguridad se le tiene.
En serio, es sorprendente muchas de las galerías, la pintura, los tapices, la historia detrás de cada obra, las improntas que han dejado los papas a través de la historia, los destierros. Terminar esta visita ingresando a la Capilla Sixtina es poco menos que espectacular. Piensa uno que es más grande pero lo contenido en ella hace que valga la pena esta visita. La obra de Miguel Ángel, Botticelli, Signorelli se descubren ante los ojos maravillados de todos los observadores. Yo tengo un concepto muy definido sobre museos y visitas pero la verdad esta visita es una excepción a lo dicho.
El día en Roma lo culminamos caminando por sus calles, la plaza del popolo y cenando en un maravilloso restaurante que encontramos en nuestro camino.
Al día siguiente tomamos nuestro tren a Florencia. No queda más que expresar la maravilla por viajar en estos medios de transporte, rápidos, cómodos, bien servidos. Yo creo que el tren explica mucho del desarrollo de estos países, de la culpa que tienen en el turismo y en los negocios. Medio de transporte perfecto para mí que le tengo miedo y aversión a los aviones.
Les escribo desde Florencia.
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